Y entonces, la mirada gris se apagó para siempre. |
jueves, 1 de noviembre de 2012
Bosque eterno.
Una sonrisa sangrienta de su parte en medio de aquella oscuridad. Lágrimas de ángeles negros se cernían sobre él. Y de repente, rojo. Rojo sobre el sonido grave de un instrumento desconocido en el bosque eterno, donde un alma se entregaba al camino de la perdición. Un silencio más que elocuente. Lluvia. Lluvia de desolación, lluvia de soledad. Hojas que crujen y un vaho que sale de entre los labios del alma moribunda y deambulante en el bosque de que no se escapa. La piel blanca manchada de escarlata. Un grito que se convierte en melodía. Uno solo.
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