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lunes, 1 de abril de 2013

El cuadro del poeta.

Acuarela danzante al suave ritmo de un nocturno; ¡mécete! Mécete ligera ante cada nota. Embelléceme, deslúmbrame con tu cabello de plata líquida que corre como cascada por tu grácil figura de cisne. Cierras los zafiros que llevas por ojos y ahora, tus sentimentales pestañas acaparan mi atención; me mantienen en éxtasis esperando a que vuelvan a mostrarse las piedras preciosas que alguna vez hubiera contemplado. Tu piel de fría porcelana es para mí, sin embargo, como el beso tibio de Gea, como el calor a la rosa...

Déjame diseñar sobre tu piel de mármol las más exquisitas caricias. Déjame pintar los colores del hielo sobre el lienzo que me ofrecen las hebras de tu cabello...

Pertenéceme, muñeca frágil, danza para mí hasta el día en que el Arcano me lleve de tu lado; hasta el día en que tu soberbio rostro muestre alguna expresión de compasión hacia el prójimo quien no es dueño ni merecedor de tu alma como lo soy yo...

¡No me lo niegues, ninfa de plata! ¿No es ésa la razón por la cual continúas a mi lado...?

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