A él le gustaban las máscaras de gas
porque el aire de afuera estaba viciado y él no lo respiraba. A casi
todos los niños les ponían máscaras de gas. La mayoría de los adultos lo
conservaban cuando grandes. Otros, se drogaban con el aire de afuera. Pero él era diferente. Él había nacido con la máscara de gas puesta.
Nunca
respiró el vicio exterior, aunque debía admitir que más de una vez había sido
tentado a quitársela.
Sin embargo tenía miedo de perderse para siempre en una nube tóxica y corrosiva
para las enmarañadas telas rojas
que rodean al alma.
A ella sin embargo, le agradaban las máscaras venecianas. Estaba todo el tiempo expuesta al aire viciado pero nunca había caído en él. Nadie sabía quién era y era eso por lo cual le agradaban aquellas. Porque nadie podía ver a través de esas máscaras, las pesadas cortinas de su sombría realidad. Alguien intentó ver a través de aquella, pero la realidad le asustó tanto que juró que el artefacto estaba bien donde estaba. Ella se quita la máscara sólo cuando está sola, porque las emociones son tóxicas y corrosivas para las enmarañadas telas grises que rodean el alma.
Muchas veces nos escondemos tras máscaras para hacer cosas que disfrutamos realizar. Yo por ejemplo, tengo la máscara de las redes sociales, las personas ven una máscara de persona social en mis redes sociales, por las cosas que publico desde mi teclado en la comodidad de mi casa, o por el léxico que utilizo en las conversaciones de chat. Pero en persona soy súper tímido, al extremo de quedarme en mi jaula encerrado, con temor a salir al exterior :'(
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